La sierra sur-poniente de la Ciudad de México es una reconocida zona libre. Ahí impera la ley de la selva. Los pueblos de Santa Rosa Xochiac, San Bartolo Ameyalco y San Mateo Tlaltenango, reconocidas fronteras de la "mancha urbana" viven también en el margen de la ley. Lo saben policías y ladrones (y Trino) y, obvio, los que ahí viven. Ayer, durante las fiestas de San Mateo, se dio uno más de varios hechos en los que la gente se toma "justicia por sus propias manos" secuestrando a un policía que, al parecer, se pasó de gandalla en su patrulla. No me extrañaría, mis suegros viven allá y Edith pasó toda su infancia y adolescencia en ese, hasta hace algunos años, pueblo dentro de la ciudad. Así que conozco bien el lugar y la idiosincracia de los lugareños. Ellos, los viejos pobladores del lugar, hablan del DF como si fuera otro país. Es chistosísimo, aunque considerando que durante siglos (literalmente, el pueblo tiene más de 500 años, es prehispánico) su única vía de contacto con la ciudad ha sido un camino en medio de los cerros, no está lejos de la realidad esa forma de pensar. Aunque los mapas digan lo contrario.
Los que son tradicionalmente más aguerridos son los pobladores de Santa Rosa Xochiac. Ahí los asaltantes arriesgan su vida cuando "trabajan" y de hecho los índices delictivos por robos, asaltos y violaciones son mínimos. Se sabe de por lo menos 10 linchamientos los últimos 10 años. La lejanía geográfica es siempre el mejor pretexto: Santa Rosa pertenece, administrativamente, a Álvaro Obregón, y San Mateo a Cuajimalpa. La franja de carretera que atraviesa los pueblos mide 4 kilómetros, pero las cabeceras delegacionales están a por lo menos 10 kilómetros de cada uno de ellos. Caso similar al de mi rancho, Bosques de Aragón, que administrativamente pertenece al Municipio de Nezahualcóyotl, pero que está separado no sólo por kilómetros, sino por el Aeropuerto del DF entero: Neza colinda al oriente con el aeropuerto y "Neza norte" al lado nor-poniente. La franja nor-oriente es lo que queda del Lago de Texcoco. O sea, igual, sólo unidos por el Periférico que atraviesa 4 kilómetros de nada. En México ya es cliché asignarle muchos de nuestros males al centralismo. Pero no por cliché es menos cierto. Nuestra población y territorio ha crecido mucho más rápido que nuestra sociedad. Lleva tiempo construir los caminos que comuniquen efectivamente regiones geográficamente lejanas. Y no sólo los físicos, sino, más importante aún, los sociales, porque un habitante de Santa Rosa no siente tener nada que ver con alguien de Las Águilas o de la Colonia Florida. Están tan lejos socialmente entre sí como de los chiapanecos. Tiempo y paciencia, recursos cada vez más escasos, son los que requiere un efectivo desarrollo social de nuestra ciudad. Aunque un poquito de buen gobierno (jajajajajajajaa) ayudaría.