lunes, septiembre 29, 2003

Negociar

El comercio existe porque los bienes son escasos y finitos. No sé quién lo dijo, estoy seguro que quien me lo dijo a mí se lo robó de algún lado. Un financiero colombiano bastante inteligente y demente, Alejandro Franco, llegó como iluminado un día a la oficina (un lejano día, hace 10 años) con esa frase que no he podido olvidar y bajo la cual me rijo en mi trabajo.

Y heme aquí, como agente comercial. Llevando los recursos a los lugares donde son requeridos a cambio de una remuneración económica. La idea principal por la que entré a trabajar en ventas es porque es el trabajo más sencillo de los que hay en los que te pagan por lo que haces. Trabajas mucho, ganas mucho. No trabajas, no ganas. Un poco lo opuesto a los burócratas. Claro que hay trabajos mejores. Los que involucran creatividad son incluso muy dificiles de tasar y, en algunos casos, sobrevalorados (deportistas, Britney - que no es creativa, pero económicamente así se le etiqueta-, etc.). Pero las ventas tienen esa ventaja. Sólo es cosa de entender que no todo mundo te puede ni te quiere comprar y jugar a la ley de probabilidades: 1 de cada 5.

Y cuando ese 1 de cada 5 te acepta el sentarse en una mesa a discutir, es cuando desquitas el sueldo. Hoy no lo hice bien, sino apenas regular. Entre la "actitud de servicio" y la "posición negociadora" media un abismo que no había podido medir hasta que venía volando de regreso de Guadalajara: Sí señor cliente, estamos para servirle, y esperamos que nos pague generosamente dicho servicio. Ahora lo sé mejor.

Les Luthiers estuvieron magníficos. Y la verdad, nosotros como público también. La interacción fue no solo notable sino hilarante, vía reiterados aplausos, casi sarcásticos, ante cada mención de Johan Sebastian Mastropiero. Aunque claro, tratar de venderle chiles a Herdez no es lo más propio. Su ingenio los ayudó a salir rápidamente de nuestras pequeñas trampitas. Me reí como loco con el mejor chiste de la noche: Un político declarando que investigarán un crimen "hasta las últimas consecuencias". Y al unísono en sus tumbas MLK, LDC, JFK y muchos otros gritaban: "hip hip... hurra"