Es la misma historia de siempre, aunque nuestras ideas nos dicen que está mal, el tejido social, mucho más lento y determinante, dice que no hay atajos.
Anoche platicaba con Edi sobre el caso de una escandalizada amiga-cliente suya por la incipiente amistad de un niño (el hijo de la amiga) con otro amigo en su colegio que tiene dos pequeños problemillas: su madre es una junkie y el niño tiene tendecias gay. La susodicha madre estaba mucho más preocupada por el amiguito que por su adicta madre. Y Edi, con su gran sabiduría (yo digo que no existen hombres viejos sabios, pero nada dije de las mujeres, ok?), le dijo que mucho más de cuidado era la adicción de la madre que las tendencias del niño. Yo, uno de los mexicanos menos machos que conozco, le dije: "Sí, pero..." y me aventé un rollo para tratar de probar un punto que no tiene forma de probarse: Que el niño debía, de todos modos, tener precaución ante un gay.
Ya me pasó con mi hija, no que sea gay, sino que tuviera curiosidad de entender las relaciones homosexuales y no sólo curiosidad teórica. Ya pasaron meses de eso y aún me cuesta digerirlo. La niña es de lo más noviera (a los 5 años ya lleva 3 galanes más o menos formales) y en realidad, no debería detenerme a analizarlo mucho. Las relaciones que ella quiera tener, de la forma que ella las quiera tener, deben ser de su total libre albedrío.
Y a lo mejor lograré ser un papá moderno... por lo menos lo voy a intentar