lunes, diciembre 06, 2004

Chivos expiatorios

El clima político de México, ahora sí, está llegando a niveles de enrarecimiento no vistos desde 1994. Todo como consecuencia de la falta de gobernabilidad. La incapacidad, no sólo del Presidente Fox sino, según yo principalmente, de su Secretario de Gobernación, Santiago Creel, que cree que gobernar es únicamente dejar que las cosas pasen y que cada quien agarre su carril.

Dentro de un Estado el Gobierno es quien tiene el monopolio de la fuerza. La fuerza para aplicar la Ley y vigilar su aplicación nacen de su legitimidad democrática y los principios básicos sobre los que se constituye un Estado. Este Gobierno, el de Fox, no ha entendido que la Ley requiere, para su aplicación, del uso de dicho monopolio. Y para colmo, tampoco tienen el talento político para, sin usar esa fuerza, convencer a quien tenga que convencer de apegarse a la ley.

Este clima de distensión generalizada nos ha traído a donde estamos actualmente. La tragedia de Tláhuac, que no es la primera vez que ocurre, pero que adquirió mayor relevancia gracias a la cobertura de los medios, ha hecho que el sentimiento generalizado de desgobierno se acentúe. Lo tardío de la acción del Presidente de cesar a Marcelo Ebrard (responsable de las fuerzas de seguridad en el DF) y de cesar al comisionado de la Policía Federal Preventiva (y responsable de la seguridad de sus subordinados), sumado al asesinato (o muerte accidental, escojan la que más les guste) del hermano del ex-Presidente más odiado del país, hacen que esta, la noche del 6 de diciembre, se parezca peligrosamente a la noche del 1o. de enero de 1994, cuando fuimos testigos del levantamiento zapatista.

La explicación de la incapacidad de Fox como causa del desgobierno es, creo yo, insuficiente. Nuestra inmadurez como sociedad civil es patente cuando hay gente (incluso en la blogósfera) que justifica los actos bárbaros en Tláhuac. La participación de nosotros como sociedad en los eventos públicos se reduce a meros espectadores del noticiero de la noche, que multiplica sus ingresos con cada nuevo escándalo. Nos lamentamos sobre sucesos pero no llevamos la opinión al punto del debate, nos da miedo debatir (o peor, no sabemos debatir). Eso también se refleja en nuestro rincón de ombligo, la blogósfera.

Creo pues que, a pesar de lo merecido que lo tienen (su inacción e incompetencia es indiscutible) Marcelo Ebrard y José Luis Figueroa (y quizá el mismo Enrique Salinas de Gortari) son meros chivos expiatorios de una sociedad que no entiende que ser gobernada empieza por autogobernarse.