Para escribir, ahora que no puedo hacerlo lo sé, hace falta un espacio. Un rincón en el pensamiento donde nada que no sean palabras te perturbe. Los sentimientos son una niebla que sofoca, pero contrario a lo que se dice siempre, los más sofocantes no son el amor, el odio o la pasión. He descubierto que la angustia, cierta nube sentimental que muchos llaman "estrés" es mucho más sofocante, densa y penetrante que los sentimientos puros. Es demasiado elusivo a la vez que perturbador.
Las propiedades de los gases son esas, ocupar cada uno de los espacios disponibles, sin ocuparlos en realidad, ya que todo (y más los gases) es espacio vacío. Los sentimientos puros, en esta analogía barata, más bien los percibo como líquidos, como líquidos que "mojan" (y que si te llegan a la nariz te ahogan) pero que, si no llegan a ese nivel de envolverte por completo puedes nadar en en ellos, moverte con cierta libertad y, de hecho, salirte de ahí, secarte, y continuar con tu vida. El estrés no es así, es un gas del que no te puedes escapar, y que el clima puede hacer aún más venenoso (con inversiones térmicas).
Y sin embargo, al encontrarme, al asomarme a este pequeño espacio de letras, he podido liberar un poco de aire, he podido respirar aire fresco y, quizá, empezar a descubrir una fórmula de combatir esa nube, esa atmósfera.