Mantener un secreto es una habilidad que no poseo. Soy demasiado chismoso. Por naturaleza se me queman las habas para platicar cuando sé algo que los demás no saben. Por eso es raro que por tres años y pedazo haya podido mantener este blog en secreto de todo mi ámbito profesional. Ningún colega o ex-colega mío ha descubierto o sabe que este lugar existe.
Una de las razones de mi abandono es que percibo que mi secreto se extingue conforme le dedico más tiempo o más atención. Un sabio baladista ochentero decía que no se deben tener dos amores y en este caso, mi fidelidad "extra-familiar" está entre el trabajo y el blog. Estoy muy tentado a hacer un "alt1040" como yo creo que debe ser, pero obvio, se requiere tiempo que no tengo. Esa sería la única forma de sustituir mi trabajo.
No encuentro un estilo para hablar del nuevo yo, del nuevo mí. De mi familia de cuatro. De mi "soy ejecutivo". Todo ahora está dormido. El país, sin gobierno visible o invisible, sigue dormido. La cuesta de enero en febrero ha sido demoledora, solo basta mirar a la calle. Y sin embargo las emociones se siguen acumulando, los momentos buscando frases y las frases buscando teclas. Soñé que mi hija fumaba y no me lo contaba. Yo rara vez sueño cosas que me perturben. Reconozco que ese sueño me perturbó.
En mi afán de pisar tierra y dejar de fantasear, de dejar de ser adolescente, estoy ahora en medio de mucha tierra, ni idea de cuán enterrado, pero sin duda no descargo.