lunes, febrero 19, 2007

Pasión y droga

Un excompañero de trabajo, semi-mentor y semi-wom (de esos que no existen) nos dijo alguna vez a Edith y a mí que mantener un matrimonio sólido y estable era más dificil de lograr en ambiente de abundancia que en uno de pobreza: "La adversidad une", nos decía, "la abundancia separa".

En 1985, la Ciudad de México vivió una gran catástrofe natural que hizo que sus habitantes, en su gran mayoría, se unieran frente a la adversidad. En 2006 no hay tal catástrofe ni tal adversidad. A pesar de las muchas quejas sobre lo caótico de la ciudad, el gobierno perredista ha logrado una muy eficiente y nefasta alineación: Poniente rico, Oriente pobre. Y digo que el gobierno perredista lo logró porque esa alineación es producto, en gran parte, de las políticas públicas de inversión en servicios, transporte, etc.

Los bombazos del domingo/lunes de principios de diciembre me hacen pensar que esta ciudad perdió ya su encanto de pobreza y que son actos no de gente desesperada sino de una civilizada clase terrorista (no, por favor no, en el sentido gringo de la palabra) que persigue sus propios intereses, intereses que es muy fácil, en una sociedad podridamente desigual, pero no pobre, vestir de apoyo para los pobres. Una sociedad clasemediera que cobija y distingue solo lo que "quiere" o lo que le atañe y aplica sin miramientos el "ojos que no ven". Y no hablo de que nuestra clase media sea así, sino de que todas nuestras clases (desde los más humildes hasta Carlos Slim) son así.

He comentado con Jimena que es muy sano buscarse y alimentarse de pasiones pero que la línea de la esclavitud por las pasiones es muy tenue y poco visible. México tiene un ánimo progresista y competitivo pero otras pasiones (el hedonismo, principalmente) nos aprisiona: Somos hijos del desmadre y nuestra mayor pasión (y nuestra mayor droga) es el desorden.

Quizá, algún día, seamos modelo de sociedad anárquica.