Siendo chilango de 3 o 4 generaciones atrás (mi padre no me sabe decir bien, pero casi está seguro que su abuelo también es chilango) debo reconocer que hasta los 13 años conocía muy poco de mi ciudad. Crecí en algo parecido a "los suburbios" pero Región 4, es decir, algo intermedio entre ciudades perdidas y barrios clasemedieros chilangos.
Para mí, "ir al Centro" era toda una experiencia poco frecuente a pesar de que el trabajo de mi padre estaba justamente en donde empezaba Av. José Ma. Izazaga, a media cuadra de la que en 1985 todavía era la estación del metro más famosa de Chilangolandia, Pino Suárez (Metro Balderas, gracias a Rockdrigo y al Tri, la desbancó poco después). Por eso y porque sé que 80% de los defeños comparten en mucho esa experiencia es que la toma de Reforma, a manos de los amloístas, me pareció un hecho nefasto pero sólo por el significado del acto y no por su trascendencia en la vida de la ciudad. A fuerza de ser honesto, Paseo de la Reforma no recuerdo haberlo caminado hasta muy cerca de mis 20's y en auto, antes de los 16, no más de 6 u 8 veces. Recién casado viví a tres cuadras del Angel de la Independencia y las caminatas de embarazo nos las recetábamos a las 1 am, regresando del cine Diana al deptito que rentábamos en plena Zona Rosa. Sí quiero y mucho a Reforma. Sí sé que en esa parte de Reforma late el corazón del poniente rico del DF y sé que también el golpe tuvo esa intención.
En general soy demasiado chilango. La fecha de ayer, 21 años depués, todavía me anuda la garganta. En mi alejado suburbio, en Lindavista y (r)Aragón, también hubo daños. Los angelitos que coronaban la iglesia de San Cayetano decidieron desafiar la gravedad y el Sears de la esquina de Montevideo y Av. Politécnico Nacional se vino completamente abajo. En la secundaria ya íbamos mis dos hermanas grandes (la otra pequeña iba al kinder) y yo. Nos regresaron a nuestras casas al comprobar que todos estábamos vivos (algunos con trabajos, se cayó un transformador sobre un coche estacionado a dos casas de la escuela) y esperamos, junto con otros cuatro compañeros que vivían por nuestros rumbos, casi una hora el Ruta 100 (así se llamaba el sistema de autobuses públicos de la época).
Con todo lo feo que era ver la torre de Sears obsruyendo Montevideo (cuatro de seis carriles) lo verdaderamente dantesco fue ver el molino de "Gamesa" hecho literalmente harina. Estaba al final de la avenida Inguarán (ahora Congreso de la Unión) y Ferrocarril Hidalgo. Era la estructura más alta de todo el nororiente de la ciudad y se distinguía con facilidad desde la bajada del Cerro del Peñón, por el aeropuerto. Debía de medir unos 60 metros de altura y estaba pintado de blanco. Me gustaba mirarlo por la ventanilla del camión en mis regresos de la secundaria porque a partir de ese punto el Ruta 100 se movía con mucha más agilidad y en poco tiempo me acercaría a mi casa.
Fue ahí cuando mis hermanas y yo nos dimos cuenta del tamaño de la tragedia. Las avenidas estaban desiertas, ni patrullas ni ambulancias alrededor del gran edificio. Sólo que estuvieran todos muy ocupados en otras tragedias era explicable el abandono. La fábrica donde trabajaba mi padre estaba estratégicamente situada en medio del Hospital Juárez y el Conjunto Pino Suárez, ambos completamente derrumbados.
Cada año busco con desesperación "7:19", una rola del grupo de rock progresivo mexicano Iconoclasta que tiene dos particularidades, tienen de vocalista invitado a Huizar, un antiguo jevimetalero chilango (combinación no tan frecuente, progresivo+metal) y una poesía sencillísima y así, estremecedora:
"Dónde están
quiénes fueron
qué es de ellos..."
De Rockdrigo, muerto en su departamento en la calle de Balderas, se dice que se chingó por una "sobredosis de cemento". De las historias de gente que había vuelto a vivir depués de días sin agua ni comida estuvo lleno el imaginario colectivo chilango durante años.
Siempre intento hacer un post de mis recuerdos del terremoto del 85 por estas fechas y nunca me había animado. El post salió mucho peor de lo que me imaginé y es que los recuerdos me ganan, no tengo ni quiero tener forma o capacidad de ordenarlos. Yo viví la tragedia de mi ciudad desde la periferia y desde entonces me dolió. Ahora, más cerca de su centro, sigo siendo un "extranjero" que ama la ciudad que le dio sus oportunidades y sus terrores.