miércoles, agosto 23, 2006

Ladrillo rojo

-Papá, ¿hace cuánto que no vas a una ciudad que no conocías?

Técnicamente, año y medio, Dallas TX, pero ciudades gringas que no sean NYC o SF o Boston no cuentan. Yo considero que desde Milán y Barcelona, hace cuatro años, no voy a una ciudad que no conocía.

Mis expectativas de Bogotá eran ambiguas. Creía yo conocer mucho de Bogotá hace 9 años por una ciber-relación muy intensa que tuve con una persona de allá. Pero nunca olvido unas líneas de Good Will Hunting donde Robin Williams le dice a Matt Damon:
So if I asked you about art, you'd probably give me the skinny on every art book ever written. Michelangelo, you know a lot about him. Life's work, political aspirations, him and the pope, sexual orientations, the whole works, right? But I'll bet you can't tell me what it smells like in the Sistine Chapel

Y sí, eso pasa siempre, en cualquier viaje. Uno puede leer toneladas de letras acerca de ciertos lugares y no tener ni idea de cómo son.

Colombia es un cliché en México. La asociación del país con el narco es inmediata para toda la gente. Desde hace nueve años yo aprendí a sentir pena por nuestra naquísima proclividad a ver la paja en el ojo ajeno. El segmento "más informado" de la sociedad mexicana sabe bien que es la guerrilla el mal que duele en la costilla colombiana.

Las referencias popculturales son insuficientes, Mutis y Gabo, Botero, Shakira y Juanes. Algo, mucho imagino yo, pasa en Colombia. Están ocupando espacios universales.

Yo no lo ví, no me tocó. Como viajero de trabajo me toca conocer los lugares más ascépticos de cada destino. Colombia produce esmeraldas y aunque no soy conocedor de joyas, sí busqué darme el gusto de comprarle una a Edith y pedí a nuestros anfitriones conocer el lugar donde se compran las gemas en "el centro" de la ciudad. Fue lo más cerca que estuve de la tierra real. El demás tiempo estuve en la Zona Rosa (la "T") el Parque de la 93 y otros lugares "nice".

Y a pesar de recibir impresiones de todo tipo, no alcancé a armar el rompecabezas colombiano. Es el país menos centralista en una región de paises centralistas por excelencia. Barranquilla, Medellín y Calí gravitan con enorme peso específico en la vida social y económica de Colombia y sin embargo Bogotá, a la manera del DF, atrae millones de personas y ha crecido con desmesura. La obsesión por la imagin física del colombiano es abrumadora para los desparpajados y fodongos mexicanos (el hombre promedio colombiano se hace manicure con religiosa regularidad) y es conocida Colombia también por lo barato de sus servicios quirúrgicos plásticos. Es que los utilizan en exceso.

Sí me quejo y no me quejo. El momento social colombiano es muy raro, puesto que es el único país latinoamericano donde el presidente gobierna con apoyo muy mayoritario de la sociedad y sin embargo la presencia del ejército y las "fuerzas de seguridad" es totalmente opresiva. Allá el concepto de seguridad ha eclipsado por completo la libertad. Lo que en cualquier otro lado consideraríamos como insultos y violaciones a las libertades individuales, allá se agradecen como medidas de seguridad necesarias. Y sin embargo, como en muchos otros paises, me da pena quejarme y observar eso porque en todos lados, al saberme mexicano, me dispensaron atenciones enormes. México es muy querido allá.

Conociendo como ya conocía ciertas cosas de la sociedad colombiana, lo que me dejó más asombrado fue, no obstante, que una buena parte del norte de Bogotá está construído con edificios de ladrillo rojo. Es, como mencioné antes, la zona nice de la ciudad y sin embargo, la uniformidad arquitectónica de un elemento tan austero como el ladrillo rojo me brincó directo al subconsciente. Recoleta y Puerto Madero no tienen un estilo arquitectónico identificable, son como una revoltura de estilos. Las Lomas en el DF quisieron parecerse a la arquitectura californiana de principios del siglo XX pero ahora es, igual, una mezcla indefinible entre viejas y nuevas escuelas arquitectónicas. Las Condes, en Santiago, tiene también ese sabro mezclado. Bogotá no. Bogotá es uniforme y casi aburrida en sus zonas nice, aunque según supe allá la buena vida se viven en las fincas, en el campo, bucólico el asunto.

Y el ladrillo rojo se quedó como mi única certeza porque la ciudad es todo lo que yo ya sabía que era y sin embargo no corresponde en nada a la idea que yo tenía de ella. Yo pensé que México era un país esquizofrénico pero me doy cuenta que García Márquez es un escritor apenas costumbrista, casi solamente un narrador, un reportero.