viernes, agosto 11, 2006

La cima de la colina

O la campana de Gauss

¿En qué momento la vida se pone cuesta abajo?

No quiero ser frívolo ni neoyorkino. No quiero que no me importe que cierto número de mexicanos decidan vivir en una avenida del DF en lugar de vivir en sus casas. No quiero ir por la vida con aire "been there, done that, i've seen it all". No quiero exagerar.

Ayer el Peje y las elecciones, hoy Israel y Hezbollah, mañana Londres y los aeropuertos, los he visitado diez veces, cuatro diferentes de ellos, en los últimos 8 días. Llueve todos los días y de repente torrencialmente. En el DF. Con granizo.

Dice Harvard Business Review: 58% of reps (sales representatives, vendedores) made their quotas in 2005, and 59% in 2006... this inreased production is te result of just that much more hard work. Y yo digo: "Tell me about it!". El trabajo en los tiempos del posmodernismo.

Voy a cumplir, en unos pocos meses, 35 años de edad. Apenas tiene año y medio que me repuse del golpe de los treintas, de que ya no tenía oportunidad de ser "joven promesa" sino que, a partir del día 30 años + 1 día, yo era lo que ya era y que cualquier otro éxito, desarrollo o crecimiento sería "orgánico" y no "logro extraordinario". Hoy tengo 35 y empiezo a pensar, aunque posiblemente me falten cinco años o más, en que igual ya mi vida empieza a ir de bajada o lo hará en cualquier momento. "Es bueno que tú crezcas y yo disminuya", me dijeron en mi escuela primaria cuando la terminé. No olvido la frase.

También pienso que los clichés tienen tanta razón y derecho de existir como cualquier otro absurdo. Llegar muy tarde en la noche, cansado de trabajar y entrar a la habitación y ver a mis tres amores me rellena de felicidad. Hoy, no sé bien cómo o porqué, lamento no tener más tiempo para amar a Edith y entiendo que nuestro amor no depende del tiempo que pasemos juntos sino solamente de sí mismo, del amor que nos tenemos, más allá de lo que seamos o lo que tenemos. Sin angustia del futuro y sin añoranza del pasado. No los ignoramos y hablamos por igual de lo que hicimos y lo que haremos, pero no dependemos de eso para amarnos.

Ella me enseñó eso, tuve mi mérito en lograr aprenderlo, pero la suerte de que ella me lo enseñara no tiene medida ni calificativo suficiente.