viernes, julio 07, 2006

Ideas, no convicciones

La columna "Escalera al cielo" que escribe Christopher Domínguez Michael en el suplemento dominical El Angel de los periódicos del grupo Reforma, cerró el domingo pasado con una frase que compro mucho: "Me gusta más tener ideas que convicciones".

Estoy convencido de que no es necesario abrir todos los paquetes electorales sino solamente todos los que sean "impugnables". Si esos son 130,800, pues que se abran y se cuente voto por voto toda la elección, pero si no, porqué habríamos de hacerlo?.

Pero leí esta idea hoy:
Legalmente no tendría por qué hacerse eso, pero si de esa forma se conjura el fantasma de 1988, creo que es una opción que debería de considerarse, pues con ello el PRD se quedaría sin argumentos para impugnar la elección.

Ciertamente, ello no desactivaría a los grupos radicales que no aceptan la derrota de ninguna forma, pero éstos ya no tendrían mucho espacio para moverse.

El PRD se encuentra ante una encrucijada: utilizar sólo las vías legales o utilizar también la movilización. Paralelamente el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, se va a encontrar en otra encrucijada: aceptar o no la apertura de los paquetes y volver a contar todos los votos de nuevo.

Esa opción parece innecesaria, pero ante 35% que votó por AMLO y que, con razón o sin ella, ve en cada ser humano a un conspirador, tal vez debería aceptarse este recuento, a fin de acabar de una buena vez con la tentación de la movilización contra la institucionalidad. Claro, si al final resulta que sí ganó Calderón, lo que tendría que hacer El Peje es disculparse por todas las molestias causadas. Mínimo.


Estoy convencido de que los perredistas en general, con muchas excepciones, son chillones y argüenderos por naturaleza. Oportunistas y arribistas, huevones y parranderos. Creo yo que esa gente está bien protestando y mal gobernando. Es necesaria la protesta ante los problemas del país pero su misma naturaleza de mucha protesta y poco trabajo los hace nocivos gobernando.

Y en ese momento leo las ideas de Raymundo Riva Palacio:

El día arrancó con una ventaja de López Obrador de dos puntos sobre el panista, pero gradualmente se fue reduciendo. El recuento de votos este jueves fue similar. Sólo hasta el mediodía, con el recuento fluyendo del norte y el centro del país, confirmado por Puebla en la madrugada del 6, Calderón tomó la ventaja. El PRD ya había agotado toda su maquinaria cuando esa región se tiñó de azul. En toda esa zona, profundamente antilopezobradorista, salieron a las urnas con rabia, generando otro fenómeno colateral de la contienda de 2006, votando no por Calderón, sino contra el perredista. ¿Qué tanto fue ese ánimo el que decidió la elección? Mucho, junto con la debacle del PRI. Habrá que estudiar más el proceso, pero eso parece que ayudó a Calderón como, de haber ganado, hubiera sido también el caso de López Obrador.


Estamos en contra del otro, de nuestros otros mexicanos, de manera ya demasiado marcada. No tolero, emocionalmente, leer el titular de ocho columnas de La Jornada del 3 de julio, diciendo que el IFE fue "rebasado", manipulando asquerosamente los hechos dado que el IFE no fue rebasado y que no proclamar ganador fue la mejor actitud posible. Pero reconozco que la obscena manipulación panista que narra Raymundo Riva Palacio me causó menos, mucho menos daño al hígado. Ambas son monedas de una misma cara: Cualquiera que detenta poder ejerce un grado de manipulación.

Ejercí mi derecho de voto como en 1994: A favor de un tipo con el que guardo coincidencias, un buen muchacho con buenas calificaciones. En 1994 yo voté por Ernesto Zedillo porque Diego Fernández de Cevallos me provocó una desilusión tremenda cuando no quiso echarse al país encima luego de derrotar salvajemente a Cuauhtémoc Cárdenas en el debate presidencial de aquel año. Yo creí en Diego y Diego nos decepcionó a todos los que, jóvenes éramos, creímos en él.

La génesis de este duelo que estamos viendo está desde entonces, desde que en 1994 con un golpe asu candidato y luego en 2000 con otro, la "derecha" le ganó a la "izquierda" la bandera de la "alternancia".

Pero como muchas cosas en México, nada es lo que parece. La "derecha", que tradicionalmente aboga por un adelgazamiento del gobierno, el libre mercado y respeto a las libertades individuales, ha engordado el gasto corriente del Gobierno, ha limitado el libre mercado manteniendo y protegiendo monopolios. Sólo en libertad el presente Gobierno aprueba, aunque no es tampoco que obtenga calificación sobresaliente sino más bien mediocre. Eso sí hay que reconocer, que la derecha mexicana es moderna, consistente con la nefasta evolución de la derecha estadounidense que de Nixon y Reagan, liberales y locos, pero liberales, pasaron al imbécil de Bush, que no es ni liberal ni libremercadista sino un vil traficante de influencias.

La "izquierda" mexicana, por otro lado, es vetusta, decrépita y rancia. Hablan muchos de ellos todavía con palabras como "burguesía", "reaccionarios", "represión", "manejo técnico de la economía" y mucha, variopinta terminología del siglo antepasado. Protectores de las artes y las letras pero del desarrollo científico y la educación de alto nivel ni hablamos. Las causas sociales que se apoyan sólo serán aquellas que den votos, que aseguren la permanencia (o el acceso) al poder.

Y aún con todas estas ideas, o quizá, precisamente por ellas, yo creo que el resultado de la elección es bueno y confío en que Felipe Calderón entienda el mensaje de que ganó "apenitas" y que la división que México demostró en las elecciones existe y es justificada.