Una de las tres cosas que más me gustan de mi trabajo es "dar presentaciones" (una de las otras dos es cobrar y la otra es que no tengo firewall que vigile lo que hago en internet).
Dar presentaciones de ventas es, guardando las debidas distancias, como dar conciertos. Cuando en un trabajo ordinario se prepara una presentación se da dos o tres veces (para jefes, colegas y super jefes) y listo, se archiva y a otra cosa. En ventas no, en ventas hay que dar la misma presentación una y otra y otra vez. Para diferentes clientes, para diferentes personas dentro de las mismas empresas, para personas que ya la vieron pero quieren que se las des a colegas o jefes. Uno se sabe ya qué parte de la presentación requiere un chiste, qué parte requiere una anécdota, qué parte requiere cambiarse de lugar de la pantalla. Sabe, con más prácitca, qué preguntas hacer para enganchar al cliente, qué situaciones plantear para provocar identificación. Sabes cuando la gente no se identifica con lo que estás planteando y también cuando están listos para que les des una pluma y te firman lo que sea.
Asistir a conciertos con esa perspectiva, con esa noción de que el intérprete de algo que uno como audencia puede adorar o no (pasa siempre que un mismo artista tenga rolas que uno adore y otras que no trague) sabe que uno reacciona de cierto modo y otros asistentes de otro, me recuerda siempre mis propios performances. Les Luthiers tienen un show (no recuerdo cómo se llama) donde se burlan del "comerciante escondido". Hay artistas que son comerciantes escondidos, hay otros que no. Conforme adquiero experiencia (y pierdo inocencia) me resulta más dificil poner mi experiencia de lado y solamente disfrutar. Veo lo que me están vendiendo y cómo me lo están vendiendo en lugar de escuchar y disfrutar. Así fue que disfruté menos de lo que debía el concierto de REM en México y decidí no arriesgarme con otros más en 2006.
Roger Waters, The Wall específicamente, fue un antes y después en mi vida. Lo he narrado ya aquí. Estará en México pronto y, por viaje de trabajo, no podré verlo. Me sé bien todas las opiniones respecto a los viejitos que viven de glorias pasadas y sobre los que se mantienen a la vanguardia. Fui a ver, en el mismo lugar, a David Bowie y a Eric Clapton, dos ejemplos de cada caso. Sé que ver a Waters es un algo muy especial que me deberé y, quizá, me lo deberé de por vida. Pero también, por lo que tengo de performer, sé que la canción sigue siendo la misma, que cada performance, así como cada uno de nosotros, no somos sino un ladrillo más.