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lunes, febrero 19, 2007

Donde duermen los secretos

Mantener un secreto es una habilidad que no poseo. Soy demasiado chismoso. Por naturaleza se me queman las habas para platicar cuando sé algo que los demás no saben. Por eso es raro que por tres años y pedazo haya podido mantener este blog en secreto de todo mi ámbito profesional. Ningún colega o ex-colega mío ha descubierto o sabe que este lugar existe.

Una de las razones de mi abandono es que percibo que mi secreto se extingue conforme le dedico más tiempo o más atención. Un sabio baladista ochentero decía que no se deben tener dos amores y en este caso, mi fidelidad "extra-familiar" está entre el trabajo y el blog. Estoy muy tentado a hacer un "alt1040" como yo creo que debe ser, pero obvio, se requiere tiempo que no tengo. Esa sería la única forma de sustituir mi trabajo.

No encuentro un estilo para hablar del nuevo yo, del nuevo mí. De mi familia de cuatro. De mi "soy ejecutivo". Todo ahora está dormido. El país, sin gobierno visible o invisible, sigue dormido. La cuesta de enero en febrero ha sido demoledora, solo basta mirar a la calle. Y sin embargo las emociones se siguen acumulando, los momentos buscando frases y las frases buscando teclas. Soñé que mi hija fumaba y no me lo contaba. Yo rara vez sueño cosas que me perturben. Reconozco que ese sueño me perturbó.

En mi afán de pisar tierra y dejar de fantasear, de dejar de ser adolescente, estoy ahora en medio de mucha tierra, ni idea de cuán enterrado, pero sin duda no descargo.

La contingente necesidad de escribir decir algo

(Este post empezó a escribirse el 29 de septiembre de 2006. Como estoy limpiando mi blogcuarto, estoy sacando todo lo que tenía en borrador, por su comprensión, gracias)

Y toca el turno de volver al tema de escribir y decir. Y toca el turno porque, como siempre, el inconsciente colectivo de mi blogosferita se condensa alrededor de ese tema en parte gracias a mi esquizofrenia y en parte gracias a la esquizofrenia de los demás.

Ruy Feben
acaba de terminar su experimento: "El Chanfle de Fanfurrias" y el resultado sólo es perceptible desde el último capítulo. Habiéndole tomado cuatro meses en escribirlo, y por la naturaleza propia del intento (las voces y estilos) el desarrollo del argumento fue muy pesado y complicado de hacer y de leer. Solo hasta que la pantallita con letras amarillas describió, resumió y explicó lo que seguiría si la historia continuase (y situó la saga como capítulo intermedio entre dos verdaderos sucesos, los regímenes respectivos de los Reyes y el liberal) pudo uno atar los diferentes elementos que de forma y fondo variopinto confundían muchísimo.

Feben aventuró en su blog una teoría que no me convence, respecto a porqué le negaron dos becas literarias. Y no me convence porque busca la explicación fuera y no dentro. A mí en lo personal me gusta mucho su forma escritural, mucho de verdad, y sin embargo creo que es aún algo en construcción, que el "estilo feben" está en obra y que no se han terminado ni los muros ni los techos (y son cosas que él reconoce en su evaluación de "El chanfle..."). Esto, según yo, podría ser una buena razón para negarle a un aspirante a escritor una beca. Podría no serlo, también, puesto que no sé qué becas son. Al final, de la semiótica no nos salva nadie y lo que escribimos o lo que decimos (o la misma cosa) tienen qué significar algo para alguien. La forma en la que lo hacemos puede o no tener valor estético pero este siempre será el hecho de que el mensaje es el núcleo de la escritura y que solo trasciende aquello que tiene un mensaje poderoso y una forma bella.

Es esta la dinámica que ya no encuentro en la blogósfera y me queda claro que no la encuentro porque antes había solamente unos pocos sitios donde buscar y ahora los chingomil blogs que aparecieron por todos lados son imposibles de rastrear, de admirar. Yo celebro la multiplicidad de voces como fenómeno social y lo lamento profundamente por mi incapacidad de abarcarlos. Volverse un grano más de arena en la playa nos hace menos especiales, pero más útiles.