miércoles, enero 25, 2006

Pequeña crónica de grandes días (1 de 2)

Y bien, conocí TJ, saludé blogueros, reafirmé amigos. Este post ya tiene una semana cocinándose en la cabeza mía pero no había tenido oportunidad de escupirlo. The time had come, como dijo logovo, de hablar de muchas cosas.

Terminé 2005 con muchos trabajos, virtualmente deshecho en lo físico y en lo profesional. Me fue muy bien, pero me costó mucho. El inicio del año estaba programado en San Diego, en una conferencia mundial de ventas de la empresa que hace el software que yo vendo. Y uno de nuestros mejores clientes, aunque no directamente mío, está en Tijuana. Mi jefe me dijo que era buena oporutnidad para pasar a visitarlos y platicar, eso siempre es importante.

A la mera hora me surgió una visita urgente a Monterrey para el mismo día que se supone que me iba yo a Tijuana y llegué ya tarde a la frontera, después de 5 mil kilómetros de avión: O sea, todo madreado. No hubo visita al cliente.

Pero a esa madriza siguió algo muy interesante. Ví a mi carnal Chango100 y debatimos puntos batianos (sí, por si alguien tenía duda, estamos orates) y pronto se enterará el público en general qué puntos batianos debatimos. Ví a la Cosmic Ju y atestigué muchas de las cosas (no todas, no revolucionen sus ideas) que con gracia y garbo presume en su blog. Conocí el Zacas, del cual ya dije mi opinión, y comí unos tacos que me hicieron sentir en el DF.

Mi experiencia de cruzar la frontera fue, deliberadamente, "experimental". Tomé un taxi del hotel a la frontera, mi intención era cruzarla "a pie" (sí, arrastrando mis maletas) y tomar un taxi del otro lado o, si el costo pasara los 100 dólares, tomar el trolley de San Diego y bajarme tan al norte como fuera posible y de ahí tomar un taxi. Pero mi experimentado chofer me sugirió tomar un "pesero" (no, no una calafia), una van colectiva que me dejaría en un puesto especial de la frontera para, ahí, subirme a otra van que me dejaría "casi casi a donde usté va".

Y bueno, como el haber paseado por la Coahuila me dejó con ganas de aventuras, le hice caso al individuo. Compré mi boleto para la van, 26 dólares desde la frontera, a Carlsbad, CA, como 30 millas al norte. Bara bara, quién puede rehusarse?. La van que me llevaría del puesto de venta de Boletos al puesto de migración en la frontera (300 metros, en línea recta) tardó 30 minutos en llegar. Yo no sabía que estaba a 300 metros de la frontera, era un turista ignorante. Tampoco sabía que, aunque hábilmente se coló por un carril especial para transporte público que parecía muy vacío, dicho carril transitaría más lento, en relación 25 a 1, con los carriles de autos particulares, y en relación 4 a 1 con la "fila de a pie". Sí, tuve tanto tiempo de ocio que pude hacer ese cálculo.

Pasar migración en la fronera fue también toda una revelación. Me formé, me pidieron mi visa, hizo el poli como que la vio y me la devolvió: Pásele, dijo con acento apenas perceptible. ¿Y mi sellito en mi pasaporte?, ¿Y mi forma migratoria que debo devolver so pena de no volver a entrar "a los Estados Unidos"? ¿Y la mirada escrutadora para saber si mis cejas medio pobladas no delatan un árabe escondido en mi panza mexicana?, ¿Y la fundamental pregunta "a qué viene a los Estados Unidos"? No hubo nada de eso, de mis previas experiencias de entrada a la romana república de las hamburguesas. Cargando mis maletas como central de abastos. Estuve a punto de botar mi súper boleto y treparme a un taxi, tirando 26 dólares a la basura.

Del otro lado en la garita de San Ysidro, súfrele para buscar el "van" (sí, no la van). Alguien se apiada de mi aspecto turístico y me dice "atrás del McDonalds". Sí, muy simbólico, lo primero que hay pasando la frontera en San Yisidro, lo más pegado a México, es un McDonalds.

El despachador de los micros me dice: "Dile bien al chofer dónde te bajas" y yo con cara de "WTF!?, qué no es él quien debe saber dónde bajarme?". Intuí, con gran perspicacia de mi parte (por fa por fa por fa, noten el tono sarcásitco del comentario), que aunque el servicio se iba a prestar en USA, indudablemente había comprado un "servicio mexicano". Mamón como soy, hice un post desde mi Blackberry justo en San Ysidro usando el servicio de Telcel, en un intento idiota de sentir que, de alguna forma, birlaba a los gringos.

(esta aventura continuará...)